Al deambular por las calles de Paris, encontré a un hombre, que enfermo por la lepra, se refugiaba de la sociedad y de él mismo sobre la banca de una parada de autobús público, este hombre con la cabeza agachada trataba de deglutir un pan con dificultad, sus movimientos lentos por el dolor liberaron en su entorno un hedor fétido de su ropaje, y de su piel, aislado del tacto humano, él sigue el destino que la enfermedad le ha diseñado. Su mirada se perdía sobre la sólida piedra gris durante largo tiempo , hasta que llego el momento donde su vista emergió del suelo hacia mi, nos observamos, dejé de admirar su exterior degradado por la enfermedad, y me anclé en sus ojos donde percibí un lenguaje aun vivo. Me retiré, acogí su imagen decadente en mi memoria, hasta hacerla inmortal. JJ.Solana
14.8.10
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