"Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar".

Charles Baudelaire

29.12.08

Clic para leer : La estrella sobre el bosque



INSUFLO DE LA SOLEDAD

Siento pánico al ver como se extiende el invierno en el exterior y como se propaga ágilmente hasta mi cuerpo. El frío intenso acalla mis movimientos hasta adormecer mis sentidos, y mis ideas. Espeso y seco el viento que se filtra en este diminuto cuarto, helando mis pies, manos y conciencia.

La nieve no cesa, cae desesperadamente de las nubes grises que se dispersan en las alturas; ocultando el azul claro del cielo y los rayos solares. Todo se cubre de hielo, de ausencia, todo se sumerge en un largo abismo coloreado de un blanco nostálgico.

Un vacío juega en mi interior en busca de alimento, he bebido algunas tazas de café y minúsculos pedazos de pan duro durante días enteros. La pintura de aceite se agota, las telas, los marcos, todo se consume a través del velo abundante del invierno. Estoy solo, mi amigo Thomas tiene meses sin venir, ni escribirme. Mi creación se agota por la debilidad, por la inmovilidad, no he pintado en días, no he comido, no he vivido por largos momentos. La enfermedad reaparece, trato de dormir para desplazar estas ideas que me asfixian, las voces y la humedad me lo impiden, la noche se alarga, el frio se concentra, todo es desesperación en mi interior, todo es tranquilidad en el exterior.

El hambre muestra sus estados mas dolorosos en mi cuerpo, todo golpea con alevosía en mi mente, los escasos ácidos recorren mi estomago hasta crear la ulcera. El sentido pictorico me desata por momentos de este universo monstruoso, de estas miserables voces que me acosan, de sombras que me siguen, de la soledad que me fermenta. Me encuentro solo, mi vista cansada ve tras la ventana los pasos solidos de la ausencia, de la naturaleza incolora e indestructible; que me despoja de una existencia digna, de una libertad. Estoy preso en un sueño que me orilla lentamente a observar con melancolia mi reflejo en un espejo, a complementar los dolores con ideas, y a ser parte de la condena del Arte, del Hombre, de Dios.

No pude dormir y decidí trasladarme hasta la ventana para admirar la oscuridad; hasta la llegada lenta del amanecer. Todo es opaco, borroso, la expansión del blanco sigue en ascenso; hasta esculpir mis ojos de monótonas figuras que forman la nieve y las ramas secas de los árboles.

El café se acaba, no hay vino, la armonía de mi boca tritura los ultimos residuos de pan duro humedecidos por minusculas gotas de cafe.

Me levanto con dificultad; por los miembros que permanecen atrofiados, hago mínimos movimientos en las manos para agilizar y calentar un poco los dedos para iniciar la pintura. Mezclo los escasos tintes que compre con los tintes que forme con algunas plantas trituradas y fermentadas donde sustraígo diferentes colores. Preparo la ultima tela en el marco, la extiendo, arraigo los escasos aceites, los mezclo y los hago discurrir en el espacio. Este momento me permite existir, olvidar el tránsito del hambre y la pesadez del invierno. El tacto crea el arte, el movimiento me brinda una compañía placentera, fiel y honesta. Transporto la naturaleza en escala, la diversidad de rostros que me presenta la naturaleza me permiten ver lo que se oculta en la mirada, todo se retrata por medio de las sensaciones profundas del alma que sobrevive todavía en mi.

Trabaje por horas hasta la llegada del anochecer, el cuadro esta terminado, tome un breve descanso sentado. El frio lacera, golpea fuertemente el hambre mi cuerpo. Observe mis manos como dos murales por la mezcla de tintes, el cansancio emerge de mi permanentemente, mis ojos cerrados imaginan el exterminio del hambre que sobria deambula entre mi piel fría. Todo se acumula en un pensamiento artistico, hasta la enfermedad que delega las llaves para abrir el mundo de la locura.

Entré a la reflexión, por momentos quede dormido. Un golpe en la puerta irrumpe mi tranquilidad, me acerque a la puerta y abrí.

El rostro decorado de Olga se presenta ante mi. La invité a pasar. Su mirada objetiva se filtra directamente en la pintura que posa frente a la entrada, la expresión de sus ojos detalla un asombro ante el retrato, ante los escasos colores, ante las manos del artista.
Los dos nos sumergimos en largos diálogos, en caricias, en acosos hasta caer en la cama en completa desnudes, el hambre desaparece, el dolor se estira, mientras el frío intenta consumir la pasión.

La noche cae bruscamente, de la chimenea emergen débiles flamas, el ambiente helado e intenso decora la habitación, ella espera la continuación, el contacto, el amor. Insoportable el aliento invernal en los cuerpos candentes, desequilibrio, temor a perder el momento.

Desciendo hasta la base del caballo donde posa la pintura, la tomo, la traslado junto a mi cuerpo desnudo, la protejo por instantes, camino hasta la chimenea que esta a punto de apagarse, veo con precisión el rostro de ella, entre la oscuridad y la escasa luz nos miramos fijamente, tomo el cuadro, mis lagrimas se liberan , una sensación de luto se genera en mi interior, tristeza, despido. Tomo el cuadro y lo deposito entre las minúsculas flamas, arde el invierno, el calor domina, el aroma de los aceites quemados abundan en el ambiente, la sombra de mi rostro fluye entre los muros, el arte cambia de estado.

Regreso a la cama, recorro las sabanas y volteo en busca de Olga: no la encuentro,, desesperadas mis manos buscan entre las sabanas, mis ojos entre el cuarto, no hay otra persona, solo yo, solo con el hambre, la enfermedad, el dolor y sin la pintura.

Duermo profundamente, quedo inmóvil, sin frío, sin dolor, sin vida.

LA RAZA DE MODIGLIANI

COURBET

Famous Nudes

Convulsiones en el rostro de Van Gogh

Dali Contra El Arte

Convulsiones en el rostro de Picasso