"Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar".

Charles Baudelaire

13.1.09

"La vejez es la máxima expresión de la existencia."

JJ.Solana



Amor Platónico

La observo con asombro, mi existencia se paraliza ante su imagen, ante su belleza que dormita, que se eleva hacia mi mirada que se estira hasta golpear delicadamente su rostro. La veo recostada, inmóvil, indefensa; sin respiración, sin aliento. Una sabana blanca de textura: áspera, fría y pesada con bélico tacto le cubre parte de su esbelto cuerpo; dejando su rostro maquillado por intensos y desagradables tintes oscuros que discurren con precisión en ella.

Sin gestos, sus movimientos yacen apresados entre los músculos atrofiados por la inmovilidad. Los colores primarios se ausentan de su epidermis, la erosión del espíritu funda sus colonias en su rostro, en su cuerpo que permanece aislado de una existencia.

Un retrato horroroso detalla la ultima inhalación de Helena.

Quietud. Silencio.
La oscuridad se desplaza por la intensa luz que se refracta directamente en el cuerpo extendido, la sabana blanca que le cubre; muestra ligeras transparencias que esbozan sin precisión la estructura de su desnudo; que dormita envuelta en una epidermis mártir.

Sigo el camino que forman sus cabellos largos disueltos en la base metálica y algunos en el espacio; todos presentan una suave textura acompañada de un color claro e intenso que le equilibran. Sus parpados delgados permanecen abiertos incrustados por largas y curvas pestañas que le decoran su mirada que se oculta en su interior; sus ojos teñidos por el azul impiden la liberación de la luz que acalla las ultimas imágenes capturadas. Sus cejas despobladas conjugan y dan sombra a sus ojos hipnoticos. Su nariz imperfecta por un relieve que le da a su perfil una perspectiva romana. Sus labios carnosos, firmes, restaurados por la forma, la extensión, y su matemática textura que los forman. Las líneas curvas estructuran su barbilla con una delicada fisura que se extiende hasta crear la base geométrica de su rostro impresionista.

Le admiro con alevosía. Mis manos se elevan y caen con premeditación en su cuerpo. La descubro ágilmente, y deposito en el suelo la sabana que fermentaba su transpiración.

El cuerpo se libera ante mi.

La luz escasa va detallando la formas de sus senos que brotan en mis ojos firmemente. Su vientre plano con delgada extensión cae hasta su sexo peregrino, inmóvil, de textura suave, oculto entre sus bellos claros. Sus piernas largas, paralelas, entre abiertas; permiten deambular entre sus muslos desnudos y absortos. El frío ambiente y los olores de los químicos se acumulan embalsamándolo todo. La veo fijamente y abolió su esclavitud que me permite acosarla con el tacto, con la imaginación que juega entre su cuerpo. La esculpo con mis ásperas manos, le beso sus labios fríos y sólidos, y dejo caer mi ropa lentamente hasta abrigar el cuerpo helado de Helena con mi desnudo calido y desesperado; hasta perdernos.

La débil luz detalla los cuerpos cubiertos por una sabana blanca. El movimiento uniforme desprende del pie derecho de Helena una etiqueta blanca indicando los datos personales y la hora precisa de su deceso.







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