"Esa necesidad de olvidar su yo en la carne extraña, es lo que el hombre llama noblemente necesidad de amar".

Charles Baudelaire

15.2.09

Excomunión

El sacerdote espera sentado, acerca el lado izquierdo de su rostro entre la malla delgada que permite escuchar con atención la confesión ligada al aliento desesperado del penitente.

Las velas se apagan ante el paso extraño de J... el golpeteo de sus pies desnudos en el piso de mármol liberan un eco permanente en su debil andar, lento y pausado; su expresión corporal detalla un sufrimiento, y su mirada una ausencia. Penetra el confesonario con movimientos firmes e inicia su confesión.

El tiempo se consume en el interior de la iglesia; donde el llanto del sacerdote Ignacio se eleva hasta el campanario espantando a las palomas que dormitan, después todo es silencio, todo lo consume una voz intensa. El cuerpo del sacerdote Ignacio permanece sin vida dentro del confesonario, su cuerpo inerte yace recargado sobre diminuto espacio; el cual permite ver y admirar su ultima expresión; detallada por la espesa luz que penetra por los vitrales laterales de la iglesia. Su cuerpo robusto e inmóvil es detenido por la delgada barrera de madera que marca la división del confesonario.

La sangre discurre del rostro, manos y cuerpo del penitente; humectando el interior y el exterior con un opaco, espeso y aromático movimiento de la sangre. El cuerpo del sacerdote es cubierto por: su Amito, su casulla y su cíngulo donde con rapidez sus ademanes nerviosos y el latir intenso de su corazón permanecen ocultos y controlados por esa voz que perturbó su existencia.

El penitente espera dentro del confesonario, continua su confesión en arameo sin pausa y con acentos solidos que dan identidad a sus palabras; que generan graves vocales que retumban en la superficie de la iglesia.

En la parte frontal se observan: el altar donde permanece una cruz de madera vacía, al ambón y la sede que componen la atmosfera litúrgica.

El olor del incienso se diluye con el de las flores que adornan el altar.

La voz se acalla y la velas comienzan a brotar sus minúsculas luces candentes en todos los pasillos. Las sombras se detallan, a lo lejos se distingue el cuerpo erguido y herido de J... que se aproxima al altar; donde observa con profundidad sus manos y pies perforados, penetra unos instantes en la reflexión, después, eleva su vista hacia la cruz de madera, la recorre, solloza depositando los clavos en la Mesa del banquete eucarístico, despues se aproxima hacia el confesonario, observa al sacerdote y le intruduce la corona espinandole la frente, se libera por momentos,e inicia la partida restaurando por intantes su cuerpo con un alma desechable, y con una libertad con fecha de caducidad.

La fe deambula hasta perderse.





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